CRÍTICAS

"Es verdaderamente extraordinario que al otro lado del océano, en uno de los centros más productivos de los Estados Unidos, Houston, Texas, se encuentre una de las expresiones espirituales más intensas del arte occidental. Los iconos, estas maravillosas piezas que le hablan al corazón y que tocan el alma, no son sólo fruto de un santo monje de un monasterio ruso. ¡No! Son también obras de una mujer y además mexicana y catalana.

Al mirarlas se encuentra uno con la faz intensa y melancólica de la Madona de Vladimir, la serena Virgen del Don, la mirada justa y llena de amor del Cristo Pantocrátor, los crucifijos dolorosos y tensos, los santos absortos por su grandeza mística. Todos adornados con estas cubiertas esplendorosas en las que brillan las piedras duras, generadas del vientre de la tierra mexicana.

En principio, al mirarlas, se siente un escalofrío que recorre la piel, emociona y maravilla con el silencio, lleno de Dios, que estas imágenes evocan. Después de reflexionar se da uno cuenta que lo que está enfrente es casi un milagro.

Porque en el taller de una señora joven y fascinante, que tiene marido y dos hijos, que vive en Texas, tierra de vaqueros y petróleo, germinan, llevadas quizás por vientos desconocidos, esas semillas esparcidas desde hace dos milenios en Constantinopla.

Gracias al extraordinario éxito de las exhibiciones y las conferencias de Creixell, se ha creado un grupo de artistas que siguen su modelo. Sabemos que el occidente industrializado, exprimido de sus mitos y su espiritualidad, los busca desesperadamente por todas partes. Como hace dos mil años, del oriente viene la respuesta.

El icono no es la imagen de Dios sino la huella de Dios porque por El fue directamente inspirada.

En uno de los viajes de Creixell a Rusia y Grecia, su alma fue tocada por esta belleza metafísica que en principio le pareció oscura y sin formas, pero que puso en movimiento en lo más profundo de su ser, una transformación necesaria e imparable. Encontró el arte iconal, pero sobre todo, por lo que respecta al proceso creativo, la respuesta a su sed. Cuando un ser humano tiene la suerte de vivir este proceso de transformación, iluminación y renacimiento, nada podrá detener esta nueva dirección.

Creixell se obstinó en estudiar y encontrar las técnicas y transmitir inspiraciones de su misma alma en estos iconos. Obviamente, sus iconos son reproducciones pacientes y fieles, así mismo en la forma como en el espíritu de la tradición, pero la riqueza y la creatividad singular de su cultura latinoamericana se destacan fuertemente en su trabajo de repujado así como en los colores y formas arcaicas de las piedras semipreciosas que utiliza.

En ellas se enlazan misteriosamente, en el sentido sacro, el oriente y el occidente y se crea una estupenda alquimia entre estas lejanas culturas.

Ella ha encontrado la manera de escuchar la voz de dios dentro de si misma, como lo hicieron los antiguos monjes que dieron vida a esta teofanía, mediante el trabajo y la oración en el mundo cerrado de los monasterios. Y nosotros que miramos conmovidos esta belleza, escuchamos esta voz a través de sus colores".

 

Dra. Francesca Diano

Crítica de Arte

Padua, Italia


"La obra de Isabel S. de Creixell no representa un descubrimiento histórico sino una nueva vida. Una nueva sangre artística toma la tradición antigua oriental trayéndola a los ojos desacostumbrados de hoy, pero con mucha necesidad de espiritualidad.

Sus obras no son imitaciones comunes de los iconos bizantinos sino creaciones que conectan el magnífico origen oriental con el alma de una mujer moderna abierta al mundo actual.

La originalidad de estas obras despierta sugestivamente nuestra atención a dos factores: por una parte el detalle minucioso al crear al óleo figuras de la sacra iconografía bizantina, de acuerdo al estilo de tradición, por la otra la feliz inventiva de recrear con gusto personal las cubiertas, o sea el recubrimiento de orfebrería que cubre gran parte de la superficie de la imagen sacra. En otras palabras la iconografía se mantiene bizantina y la decoración es actual.

La profunda atracción hacia estas tablas pintadas y revestidas con metal repujado, en las que frecuentemente se encuentran incrustaciones de piedras, refleja la nostalgia de la iconografía cristiana, profundamente arraigada en el mundo antiguo y también la inspiración de una religiosidad unida a un gran sentido estético de la imagen.

Todo lo del mundo bizantino parece inmóvil, mágicamente fijado al paso del tiempo, mientras que nuestra época es continuamente fugaz. Las obras de Creixell se destacan del estilo moderno al recrear en forma extraordinaria un ambiente que sólo se encuentra en los antiguos monasterios.

Creixell ya es famosa en los Estados Unidos, México, Centro y Sur América, por sus obras, ejecutadas con una atención verdaderamente increíble. Ella ha obtenido el reconocimiento de autoridades del arte por el aspecto artístico y religiosos de su trabajo".

 

Dr. Paolo Rizzi

Crítico de Arte

Venecia, Italia